MODERNOS CLÁSICOS
The Grifters
Dirección: Stephen Frears
Año: 1990
Edipo en Los Angeles
Con una estrofa sobreimpresa de la canción popular The Lady is a Tramp, comienza este film que tantas veces he revisitado y que con los años se ha convertido en un referente imprescindible para mí. La cita escogida habla de pillaje, de timo, de alguien que recorre los lugares con estas malas artes, y a continuación, al ritmo de los compases de una espléndida partitura compuesta para la ocasión por el gran Elmer Bernstein, entran los títulos de crédito un suerte de postales con aspecto retro de distintas ciudades. Ámbito donde se mueve esta especie humana que son los estafadores, farsantes y demás facinerosos.
Jim Thompson, autor del libro en el que se basa esta película, conocía perfectamente este submundo. Su propia vida daría para varias novelas. Digamos solo que este escritor, imprescindible de la narrativa noir americana, tuvo un contacto cercano y directo con las cloacas de la sociedad y del alma que tan bien ha sabido recrear en su prolífica obra. Pero sus personajes son complejos y trágicos. Sus vidas, trayectorias al margen de la ley teñidas de violencia donde, citando al propio Thompson, “las cosas no son lo que parecen”.
Y eso es lo primero que vemos en la película, una magnífica pantalla dividida en tres que nos presenta a los personajes impecablemente arreglados y dispuestos a dirigirse a sus empleos. Pero pronto descubriremos que no son más que maestros del engaño, un oficio aprendido a golpes. La primera es Lily Dillon, interpretada por Anjelica Huston en el que sin duda es el papel de su vida, niveladora de apuestas hípicas a la órdenes del mafioso Bobo Justus (Pat Hingle) al que sisa dinero que esconde en el maletero de su coche. Su hijo Roy Dillon (John Cusack) es un timador de baja calaña, por consejo de su mentor, de apariencia intachable, lo que le permite acercarse a desplumar a sus víctimas con mayor facilidad. Myra Langtry, es la tercera en discordia, interpretada por una joven Annette Bening, novia de Roy y estafadora que no duda en utilizar su sexualidad como arma para conseguir sus fines y que siente nostalgia de tiempos en los que se dedicaba al timo de altos vuelos.
Pero la cosas se tuercen práctimente desde el principio. A Roy le asestan un golpe fuerte en el estómago consecuencia de un timo fallido, al tiempo que recibe la visita de Lily a la que no veía desde hacía 8 años. Su llegada le salva la vida y a partir de ese momento su madre parece querer recuperar su afecto perdido en dura pugna con su actual novia. Roy se resiste a las intrusiones de Lily en su vida, por el abandono que sufrió siendo niño y cierto complejo de Edipo, tema recurrente en las novelas de Jim Thompson. La tensión sexual entre ambos personajes desde la primera escena es más que evidente. Así ambas mujeres compiten por el cariño de Roy que se debate entre los planes de Myra y una irremediable atracción por su propia madre. Chicas malas y peligrosas como un revólver cargado. Y es que para un hombre manejable hay algo peor que una mujer fatal: dos. Ellas reinan en la película con personajes implacables, con una escala de valores muy personal e indisociable de lo que son y lo que representan.
Frears consigue con esta cinta momentos de alto nivel. De cine negro en estado puro. Todos los detalles: la iluminación sombría, las dobles identidades, los diálogos brillantes, la violencia contenida que estalla en determinados momentos nos remite al cine que hicieron en los años 40 gente como Fritz Lang, John Huston (padre de la protagonista) o mi estimado Howard Hawks. En esta su segunda película americana (la primera fue Las amistades peligrosas) producida por Martin Scorsese, el director apostó por un género entonces en desuso y a muchas personas de mi generación nos excitó la curiosidad hacia ese tipo de cine que ha dado personajes y tramas inolvidables para la memoria colectiva. Para la mía queda ese momento final de Lily Dillon (Anjelica Huston) en el ascensor y su personal descenso a los infiernos.