martes, 6 de abril de 2010

Bright Star








CINE INÉDITO
Bright Star
Dirección y guión: Jane Campion
Fotografía: Greig Fraser
Año: 2009
Nacionalidad:UK/Australia
Música: Mark Bradshaw
Intérpretes: Abbie Cornish, Ben Whishaw, Paul Schneider, Kerry Fox, Thomas Sangster
8'5/10


Una luz brillante en el camino

Hace unos días recibí un paquete postal procedente de las Islas Británicas. Suelo comprar por Internet aquellas películas que de forma inexplicable siguen inéditas en nuestro país. Os emplazo a responder a semejante desconsideración de la misma forma. Desempolvad vuestro inglés y a ver las películas en versión original que es como deben verse. Sé que hay otras opciones para ver películas no estrenadas, pero no me pidáis que prescinda del placer de coleccionarlas y comparar las distintas ediciones. Soy un caso clínico, lo sé.

Al placer de la compra y posesión del objeto inédito se une el descubrimiento de gratas sorpresas, y reconozco que en el último envío he tenido varias, que ya iré comentando, la mayor de ellas Bright Star de la neozelandesa Jane Campion. Película presentada en la última edición de Cannes donde cosechó buenas críticas aunque ningún premio en el palmarés. Un festival, sin embargo, que le otorgó la Palma de Oro hace más de una de década por El Piano (The Piano, 1993) convirtiéndola en la primera directora que ha obtenido este premio. A primera vista parecía un intento por recuperar la formula que le dio el éxito en el pasado. Mucho corsé, época de represiones y erotismo de puntilla. En fin, que yo también tengo prejuicios cuando quiero.

No obstante, nada más lejos de la realidad. Bright Star habla de alguien ilustre; alguien altamente reconocido hoy día y que no lo fue en absoluto en su época: el poeta John Keats. Pero no asistimos a un biopic al uso, lo que se agradece porque los detesto, sino que asistimos a sus últimos años a través de la mirada limpia de su joven enamorada Fanny Brawne, interpretada aquí por una inmensa Abbie Cornish cuyo trabajo da para un artículo monográfico, por la multitud de rasgos y matices que otorga a su personaje. Con ella vivimos la ilusión del amor en estado puro, pero también la angustia y el sufrimiento que conlleva vivirlo con la intensidad de la inocencia y el destino en su contra.

De esa forma, la directora narra esta historia de amor poniendo el acento en los pequeños detalles, bajo la perspectiva de la protagonista que confecciona sus propios vestidos, algo recargados y llamativos como la lírica de Keats, y sus bordados. Lo simbólico que se torna cada objeto compartido, cada conversación, cada mirada, cada espera..., es vital para entender los afectos que deambulan por el metraje. Lo vemos en la fragilidad de los gestos: manos que se rozan, besos furtivos y pequeños juegos cómplices de los amantes que hacen partícipe a su entorno y a nosotros, los espectadores.
Así, es difícil no conmoverse por este amor en estado puro que por estar condenado ambos asumieron con total honestidad frente a la moral de la época. La correspondencia entre ellos, que Jane Campion utiliza como recurso en la película, fue muy escandalosa al salir a la luz. La razón que no estaban si quiera comprometidos, ya que él vivía de la generosidad de los amigos, era realmente pobre y no podía ofrecer ningún tipo de dote para casarse. Costumbres de otros tiempos.

Y es que John Keats era literalmente un "poeta maldito". Contemporáneo de Shelley (el bardo, no la autora de Frankenstein que era su mujer) y de Lord Byron, su obra soportó continuos ataques e incomprensión en su época por su estilo recargado que rompía con los cánones de moda. Esto unido a un estado de salud a menudo frágil y a una pobreza de las congénitas convertían su existencia en un terrible paseo por la vida y la muerte. Enterró prácticamente a toda su familia a causa de la tuberculosis, es más que probable que todo esto convirtiera su escritura en pura melancolía. Demasiada incluso para aquellos tiempos.

Pero Fanny, por lo visto, fue una luz en su camino. Una estrella brillante como reza el título. El amor casi siempre lo es. Pero no fue un amor previsible. Estaban predestinados a conocerse, eso sí pues tenían amigos en común, en concreto Charles Brown, un personaje grosero y algo juguetón enamorado de la forma de escribir de su amigo Keats pero incapaz de entender la pureza de los sentimientos que nacían entre el poeta y Fanny. Para él esta última no era más que una muchacha común y algo vulgar en comparación con la genialidad de su amigo. Brown, interpretado admirablemente en la película por el actor Paul Schneider, sirve de contrapunto, una especie de antagonista, a la historia de amor.

Y es que en la película no hay ningún personaje estereotipado. Todos actúan con total naturalidad y en consecuencia con sus sentimientos. Además de Cornish y Schneider, Ben Whishaw, joven actor al que pudimos ver en El Perfume - Historia de un Asesino (Perfume, The Story of a Murderer, 2006), da vida a John Keats al que dota de apostura y dignidad frente a las circunstancias con una fragilidad y melancolía que arrastra ineludibles. Un trabajo desde lo sutil con miradas y actitudes mínimas que explican mucho. Kerry Fox, la inolvidable protagonista de Intimidad (Intimacy, 2001) y actriz con la que ya había trabajado Campion en Un ángel en mi mesa (An Angel at my Table, 1990), algo poco habitual en esta directora que no repite nunca reparto, interpreta a Mrs Brawne, madre de Fanny que asiste a todo impotente, en un segundo término, pero ofreciendo su calor, su abrazo y su comprensión por el devenir de los acontecimientos.

A nivel visual las películas de la neozelandesa son un deleite para la vista, con un cuidado exquisito en los detalles, en parte mérito de su cómplice de muchos años la diseñadora de vestuario y producción Janet Patterson. Los trajes son un personaje más en la película: desde los atuendos de Fanny confeccionados por ella misma hasta el único traje que puede permitirse John que va deteriorándose como el protagonista a medida que avanza el film. Pero el look de la película se debe mayormente a la impresionante labor del director de fotografía Greig Fraser que aquí consigue niveles de puro éxtasis.

Una mención a parte merece la música del joven compositor Mark Bradshaw que elabora una propuesta muy depurada, apoyada en instrumentos de cuerda seguramente de la época y en la utilización de voces recitando poemas o cantando, y en ocasiones mínima pero que da el tono perfecto a las imágenes y al transcurrir de la historia.

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