viernes, 16 de abril de 2010

Alicia en el país de las maravillas



ESTRENOS
Alice in Wonderland
Dirección: Tim Burton
Año: 2010

Detrás del espejo no hay nada

Uno de los mayores placeres que me ofrece este blog es poder escribir, dejar constancia, de aquellas propuestas relacionadas con la ficción que me seducen, provocan o conmueven. Aunque a veces aquello o aquellos que te gustan parecen haberse perdido en el camino de baldosas amarillas. Ese es el caso de Tim Burton, director de cine responsable de obras memorables (Pesadilla antes de Navidad, Eduardo Manostijeras, Ed Wood...) y de eso que ha venido en llamarse "universo burtoniano", que viene a ser un estilo visual gótico apto para todos los públicos. Ese es su sello de identidad, incluso una garantía para el espectador que se acerca curioso a su cine.
Da la sensación que aunque le encargarán el remake de Mujercitas o Siete Novias para Siete Hermanos sabría llevarlas a su terreno. Y ese es un poco el problema en cuestión: que da lo mismo lo que se traiga entre manos, lo importante es la puesta en escena "burtoniana". Así lo ha entendido Hollywood que no escatima en presupuesto para que despliegue su imaginería visual, apabullante por otro lado, pero últimamente algo carente de contenido y significado.

Los libros de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y sus secuelas, nunca han estado entre mis libros de cabecera ni cuando era niño. Su mundo surrealista y simbólico me resulta simpático y poco más. Siempre he sido más del Pinocho de Carlo Collodi, obra que de forma indirecta llevó a la pantalla Burton con Eduardo Manostijeras de forma mucho más afortunada que en esta ocasión. Pero vayamos por partes.

Los escritos del británico, también matemático y sacerdote, eran una crítica al sistema educativo de la época victoriana. Así los buenos modales de la niña Alicia contrastaban con el anárquico y alocado mundo de fantasía. Aquí de entrada deciden cambiar la edad de la protagonista, con la intención evidente de atraer a un público más adulto, sin una justificación demasiado convincente. Casi todos los cambios al material original parecen más bien impuestos por criterios absolutamente comerciales.

Como si de una novela de Jane Austen o Edith Wharton se tratara, asistimos en la primera parte a las peripecias de una joven indómita en un mundo de tradiciones que la obligan a seguir las reglas establecidas. De esa forma, justifican la necesidad de escapatoria de la heroína, ya adulta, a un universo sin normas. Hasta ahí todo viable. Pero ese “país de las maravillas” es el mismo de la Alicia del libro, un poco infantil para alguien ya talludito con otro tipo de problemáticas. Recientemente una película de Henry Selick (curiosamente codirector de Pesadilla antes de Navidad) Los mundos de Coraline recogía mejor el espíritu de la obra de Carroll, pero claro allí era una niña la que huía de las pautas marcadas por los adultos. Si es uno de ellos se me antoja más un problema de personalidad.

Vaciada de simbolismos e interpretaciones complejas, porque así resulta más asequible a todos los públicos, sólo nos queda ir descubriendo las distintas criaturas que ha diseñado para el evento o reconocer debajo del maquillaje a los famosos actores que deambulan por el metraje disfrazados de personajes sin saber muy bien que hacer con ellos (lamentable lo de Anne Hathaway por no hablar de sus cómplices habituales Helena Bonham-Carter y Johnny Depp).

Todo vale para llegar hasta el inevitable enfrentamiento final entre el bien y el mal, marca de fábrica de la empresa que produce, con monstruos digitales y batallas (no recuerdo que las hubiera en ninguno de los libros) con las que poder elaborar el videojuego que venderán de forma paralela. Si a esto unimos un precipitado desenlace nada propio de un narrador como Burton, el resultado es la más absoluta de las decepciones.

Y es algo paradójico, porque este reino tan disfuncional y estrambótico hacia de Tim Burton la elección potencial más apropiada. Nada más lejos de la realidad. El mundo personal de este director no está protagonizado por jóvenes rubias con dudas de casorio sino individuos estrafalarios, monstruos de apariencia y excluidos de la más diversa clase. Ahí es dónde Burton despliega su talento y crea universos “maravillosos” que conectan con cualquier espectador que tenga un mínimo de sensibilidad hacia la diferencia. Por eso, quizá, ha engrandecido el protagonismo del sombrerero (Johnny Depp).

Aunque aquí, por desgracia, se limita a hacer lo que la productora Disney, que ha puesto el dinero, espera de él. Un objeto hueco envuelto en precioso celofán, que después ellos pasarán a 3D para sacarle el máximo rendimiento en taquilla, porque es lo que ahora se lleva.

El espíritu de Ed Wood Jr. (el cineasta) se le debería aparecer al señor Burton como el fantasma del pasado de Cuento de Navidad y mostrarle a su antiguo yo, a su amor por el cine más bizarro, por figuras como el propio Wood o Vicent Price (a quien el mismo homenajeó repetidas veces). Así al volver al presente descubriría que ha triunfado en el sentido en el que se triunfa hoy día: ganando mucho dinero. Pero que seguramente ahora, como una Alicia adulta que ha perdido su inocencia, cuando mira detrás del espejo no ve absolutamente nada.

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